Por Leslie Grant
La clave para un Diagrama con el Mismo Nombre
Extracto de, “Things New and Old”
Si uno ha sido redimido y salvado eternamente por medio de la provisión de Dios, el Señor Jesucristo, como el gran y suficiente sacrificio por sus pecados, ¿puede tener alguna duda de que ha provisto este mismo Padre todopoderoso y amoroso también para él en lo que respecta a todo su camino cristiano y su compañerismo? De hecho, es una total incredulidad, y una deshonra para el Nombre del Señor de la Gloria, suponer que ha descuidado este aspecto tan vital de las necesidades de Su pueblo comprado con sangre. Que el corazón Cristiano tenga la mayor confianza en que la preciosa Palabra de Dios tiene la más completa respuesta a cada pregunta que pueda ser planteada en estos asuntos. Entonces, creyendo, escudriñe las Escrituras con un espíritu dispuesto a inclinarse completamente a la voluntad soberana de Dios.
Al usar el sencillo diagrama adjunto, deseo apelar a este espíritu dispuesto y de fe en el hijo de Dios. Justifiquemos primero a Dios, y no a nosotros mismos, reconociendo que Su terreno de reunión para Su pueblo sigue siendo absolutamente el mismo, desde el comienzo de la iglesia en el día de Pentecostés (Hechos 2), hasta que esa iglesia es llevada a la Gloria en la venida del Señor Jesús.
El círculo en el diagrama representa este terreno. La línea sólida que lo rodea indica que este terreno en sí mismo permanece inviolado a lo largo de toda la historia. Es el terreno sobre el que se estableció la iglesia primitiva en el libro de los Hechos, y la única base sobre la que la unidad del espíritu en la iglesia puede existir. Esto se ve claramente en Efesios 4:3,4: “Esforzándoos para guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Hay un mismo cuerpo y un mismo Espíritu, así como fuisteis llamados en una misma esperanza de vuestra vocación.” Mantener “la unidad del Espíritu,” se basa en la verdad inmutable y establecida que “hay un cuerpo y un Espíritu“, etc. La unidad del cuerpo de Cristo, la iglesia, no puede ser rota, porque es obra de Dios. Y esta unidad incluye a todos los pecadores salvados por la gracia sobre la faz de la tierra. Dios no puede reconocer un terreno más pequeño que este, ni puede ampliar el terreno para incluir incluso a un alma no salvada. Sin embargo, aunque un creyente nunca puede perder su lugar en el único cuerpo de Cristo, aún es posible que abandone en la práctica el terreno de la verdad del solo cuerpo, y este, es triste decirlo, es el estado de la cristiandad hoy en día. Entonces, aunque cada creyente tiene su lugar inalterable en la unidad del cuerpo de Cristo, al abandonar el terreno de la verdad que hay sólo un cuerpo, se hace incapaz de mantener “la unidad del Espíritu”, ya que ha dejado el terreno de la operación del Espíritu en la iglesia. Sin embargo, no importa cuántos abandonen este terreno, “el fundamento de Dios se mantiene firme” (2 Tim. 2:19). No puede cambiar Su fundamento para acomodar la voluntad de los hombres.
Se ha aplicado la siguiente ilustración sencilla: Un maestro de escuela ha dicho a los alumnos que jueguen juntos en el patio de la escuela. Sin embargo, muy pronto todos los alumnos dejan el patio de la escuela para jugar en otro lugar. Ya sea que jueguen juntos o no, no están en el terreno estipulado. Así también, muy pronto después del establecimiento de la iglesia, parecería que con un consenso el pueblo de Dios abandonó el verdadero terreno del único cuerpo de Cristo, para adoptar el clericalismo, el ritualismo, el denominacionalismo y otros males anotados en el diagrama. De hecho, hoy en día, muchas denominaciones son tan audaces como para afirmar que se descienden únicamente (y con línea directa) de la iglesia original. Sin embargo, el denominacionalismo en sí mismo es una negación flagrante del fundamento mismo de la iglesia. Este tipo de orgullo espiritual no debería engañar a nadie, y no debemos confiar en ninguna afirmación que se jacte de ser “la línea original”. Esto es simplemente justificar a uno mismo, y no a Dios. Porque Dios siempre ha tenido la razón, y nosotros hemos estado equivocados por dejar Su terreno en algún momento.
Cualquier otro terreno que hayamos tomado, o por muy cerca del verdadero terreno que parezca, o por muy bien que hayamos cooperado con otros allí, aún no es el terreno de Dios — y el hijo de Dios debe enfrentarlo honestamente, con un espíritu quebrantado y contrito ante Dios. Entonces debería buscar, no como ser más correcto que otros, sino más bien como simplemente volver al terreno que Dios mismo ha establecido. Ni siquiera en ese terreno, cuando volvamos allí, podemos presumir de “tener razón”, porque después de todo, (usando la analogía de antes) el maestro dijo a todos los alumnos que jugaran juntos en el patio de la escuela; y mientras cualquiera de los santos de Dios permanezca fuera del terreno, el menor pensamiento de satisfacción propia es totalmente indecoroso. En lugar de justificarnos a nosotros mismos, deberíamos preocuparnos por los demás, y así, con nuestras acciones, justificar a Dios.
El número de “otros campos” o terrenos fuera del terreno de Dios es legión, ya que la iglesia profesante se ha dividido en un sin número de grupos con diversas formas de organización humana. Pero nuestro diagrama, adjunto al folleto, en principio los cubre todos, y describen simplemente los principios no bíblicos adoptados por estos diferentes sistemas de hombres. No se trata de simples prácticas inconsistentes, sino más bien de normas adoptadas y defendidas como si fueran bíblicas, en otras palabras, un terreno tomado en oposición real al verdadero terreno de Dios. Por lo tanto, si un creyente quiere honrar a Dios, debe dejarlas por completo y volver al “fundamento de Dios.”
Consideremos por ejemplo la doctrina del clérigo, es decir, que una cierta clase llamada “el clérigo” tiene derecho a una posición espiritual autoritaria sobre “el laico”. Las raíces de esta doctrina ya estaban empezando a desarrollarse en la iglesia primitiva. A Diótrefes, le encantaba tener la preeminencia (3 Juan 9), y “las obras de los Nicolaítas” perturbaban a la iglesia de Éfeso. El significado del nombre “Nicolaítas” es simplemente “gobernantes de los laicos”. La iglesia de Éfeso odiaba estas acciones, tal como el Señor también las odiaba. Sin embargo, en Pérgamo, este mal había crecido y asumido una confianza audaz: “Así tienes tú también algunos que sostienen, de la misma manera, la enseñanza de los Nicolaítas, ¡cosa que yo aborrezco!” (Apocalipsis 2:15). Alguien cuyos actos son inconsistentes, puede ser soportado hasta cierto punto, incluso cuando la espiritualidad odia la maldad de los actos. Pero cuando se forma una doctrina para defender y justificar tales hechos, es una oposición desafiante al fundamento de la verdad del solo cuerpo, ya que usurpa la autoridad del Espíritu de Dios en la iglesia. Lo mismo debe decirse de la falsa doctrina, las asociaciones con maldad, la independencia, la práctica del mal, la legalidad, el denominacionalismo, y el ritualismo — cuando cualquiera de estos es justificado, como si fueran escriturales, por cualquier grupo de personas. Es solemne pensar que los hombres justificarán audazmente el mal para justificarse a sí mismos. Pero más bien justifiquemos a Dios.
Según otro ejemplo, podemos actuar de forma demasiado independiente a veces, tanto como para decir: “¿soy yo acaso guarda de mi hermano?”, y debemos juzgarnos sin descanso por tal descuido. Pero la “independencia” a la que se refiere el diagrama es la doctrina declarada de que cada iglesia (o asamblea) local es independiente en su constitución y gobierno, sin tener ninguna conexión vital o responsabilidad con otras asambleas. Esto también es una negación completa de la base misma de que “hay un cuerpo”, ya que el solo cuerpo incluye a todos los santos del mundo entero, que por lo tanto están vitalmente vinculados entre sí, son interdependientes y responsables del bienestar de los demás.
En el diagrama el lector notará que estos diversos motivos no escriturales están separados entre sí sólo por líneas discontinuas. La razón de esto es que cualquiera de estas cosas puede mezclarse fácilmente, y de hecho la fácil tolerancia religiosa de nuestros días fomenta tales mezclas. Pero el terreno del solo cuerpo no tolerará ninguna mezcla, porque es el terreno de la verdad, y el error no tiene lugar allí. Por esto está la fuerte e inquebrantable línea que encierra el círculo. Dios no permite adiciones inventadas por el hombre a sus cimientos.
Entonces este fundamento es aquel sobre el cual el Espíritu de Dios es libre de operar para producir la verdadera unidad según Dios, mientras permite plenamente la diversidad de dones en cada miembro del cuerpo de Cristo. Si uno se ejercita profundamente en el Señor para volver a este terreno, puede encontrar muchos que se oponen a él y objetan que está rompiendo la unidad con ellos para hacerlo, pero bien puede responder que la unidad, si no se basa en el terreno de Dios, no es la unidad del Espíritu, y por lo tanto no tiene valor espiritual. Si un solo alumno se preocupara por volver al terreno de la escuela según la palabra del maestro, no se le podría acusar de haber creado cisma, sino todo lo contrario. “En una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles. Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra” (2 Tim. 2:20-21).
Podemos estar seguros de que Satanás atacará continuamente este terreno de la verdad, y hará todo lo que esté en su mano para alejar a las almas de ahí o para atraerlas a otro. Sabe él que no puede destruir el terreno mismo, pero por medio de todos estos males que rodean el círculo ataca incesantemente lo que no puede derribar, usando insinuaciones, denuncias y engaños en un esfuerzo por anular o encubrir la pura verdad de Dios de tal manera que ciega incluso a los mismos elegidos de su clara y pura realidad, de modo que no busquen verdaderamente el único fundamento bendito de Dios. Sólo una simple y real fe en el Dios vivo discernirá y actuará sobre esta gran verdad, que se revela tan claramente en las Sagradas Escrituras.
El lector verdaderamente interesado no necesitará quizás ningún comentario más sobre los diversos “otros campos” y sus influencias peligrosas, pero con la ayuda de las referencias de las Escrituras mostradas, podrá buscar por sí mismo los pensamientos de nuestro Señor y Maestro en todas estas cosas. ¡Qué nuestro bondadoso Dios y Padre despierte en los corazones de Su pueblo el desear sinceramente estar en Su lugar en los días en que no podemos dejar de estar convencidos de que la venida del Señor Jesús está muy cerca!
Traducción al español por Gilbert Lewis
Revisión por Cristian Fernandez