Relato del Hno. Eric Smith – Traducción e interpretación por G. Lewis
Esto podría interesarles. Es un gran placer poder contarles esto. Cuando llegué a Nueva Zelanda — completamente convencido de la verdad sobre el terreno (es decir, base) de la reunión — quien me recibió fue mi hermano mayor, un honrado siervo de Cristo durante muchos años, y hace tiempo que está con el Señor.
Y me dijo: “¡Eric, voy a llevarte el día domingo por la mañana a una reunión! ¿Te gustaría ir?” Y yo le dije, “Por supuesto que me gustaría. Si vas allí, ciertamente me gustaría ir.” Y él me dijo, “acuérdate que nadie te conoce allí, así que solo siéntate y escucha.” Le dije, “así lo haré.”
Había unas 250 personas, más o menos, en esa reunión en esos días cuando fui encomendado a la obra del Señor. Y noté una mesa en el centro de esa reunión, y en la mesa había un gran pan y una copa de vino — con un vaso. Así que me senté allí muy interesado. Pueden imaginarse cómo se sentiría uno. Esto era algo nuevo para mí. Y entonces empecé a preguntarme, ¿quién va a encargarse de esta reunión? ¿Quién va a dirigir esta reunión? No veo a ningún predicador aquí. Así que pueden imaginar cómo me sentí.
Cuando faltaban unos 15 minutos para las once, todos se callaron. Y eso es algo muy bonito, ¿no? Llegar 15 minutos antes de sentarse a la mesa del Señor. Y estaban todos allí quietos, y sentados. A la hora de las once en punto, un hermano (no lo conocía, por supuesto, a nadie más que a mi hermano) – dio un himno. ¿Saben ustedes cuál fue?
¡Qué carga inmensa! ¡Oh, Señor!
Fue impuesta sobre Ti;
Tú padeciste por amor
El mal que merecí
Bueno, pensé que era muy bonito. Es un himno muy bonito. Entonces, me pregunté qué pasaría después. Bueno, un hermano mayor se levantó y oró. Nunca escuché una oración como esa. Seguía exactamente las líneas del sufrimiento de Cristo. Ahora, ustedes se acostumbran a esto, queridos. Sé que pueden acostumbrarse a estas cosas. Pero aquí había uno sentado allí ignorante de todo, mirando y escuchando.
Entonces, un hermano en otra parte leyó del Salmo 22 y una porción del Salmo 102 – sin comentarios, y se sentó. Y luego cantaron otro himno. No recuerdo cuál fue, y llegó el momento de partir el pan y me preguntaba qué pasaría entonces. Bueno, un hermano mayor se levantó con su barba blanca, y se paró allí a la mesa y partió el pan, y lo pasaron. Y se sentó. Agradeció al Señor, y recuerdo que dijo especialmente: “¡Hemos venido aquí precioso Salvador para recordarte en Tu muerte!” Eso me impresionó. Era para recordar al Señor Jesús en Su muerte. Esa es la razón por la que vamos allí. Es algo preeminente. Para recordar al Señor Jesús en Su muerte. Su muerte. Bueno, ellos tomaron del pan. El mismo hermano regresó, y dio gracias por la copa. Y nunca olvidaré que citó ese verso del mismo himno:
Cáliz de muerte y maldición, henchido para mí,
Tomaste con resignación, bebiéndolo por mí;
Y a su amargor volvió tu amor
En bendición por mí
Ahora, al final de eso, cantaron un himno. Bueno, había una canasta allí, y la pasaron y ellos pusieron la porción que el Señor les había dado. Y luego cantaron un himno, y el hermano habló unas cuantas palabras sobre el Salmo 22. Pensé que era muy bonito seguir esa misma dirección del Espíritu de Dios hasta el final. Y en Bolivia, uno encuentra que siguen esa misma guía. Si comienzan con la gloria del Señor Jesús, terminan con ella. Si comienzan con el sufrimiento, terminan con ese mismo tema. Es muy bonito.
Lo que me impresionó, queridos, fue la bondadosa dirección del Espíritu de Dios. ¿Estamos volviendo nosotros menos interesados en ese hecho glorioso de que el Espíritu de Dios es capaz (y abundantemente capaz) de guiarnos, ya sea en el ministerio o en la adoración? La Iglesia, queridos míos, no es una organización. Antes fui educado para pensar que era la Iglesia una organización. No es una organización, queridos, es un organismo. Almas redimidas con la preciosa sangre de Cristo traídas a la familia de Dios a través de la fe que es simple. ¡Qué cosa tan maravillosa es pertenecer a Cristo! ¿Estamos volviendo nosotros indiferentes a esto que, en lugar de la guía bondadosa del Espíritu de Dios, confiamos más en los servicios organizados? Intentamos que no sea así, no queremos eso, amados. Eso no es bueno. ¡Él es capaz! ¡El Espíritu de Dios es capaz!
Bueno, esto es muy interesante para mi alma contar esto porque buscamos darle al Espíritu Santo Su lugar. Y anhelamos que vuelvan los días en que las asambleas eran lo suficientemente espirituales como para dejar la reunión como una reunión abierta1. Aquellos que estaban en la energía de la carne no se atrevían a levantarse por el poder del Espíritu de Dios allí.
Notas al pie de página:
- Una reunión abierta es una reunión según el orden de 1 Corintios 14:29-31: “Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen. Y si algo le fuere revelado a otro que estuviere sentado, calle el primero. Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados.”